Las investigaciones cognitivo-evolutivas indican que, en general, al margen de cómo se introduzcan las técnicas, símbolos y conceptos matemáticos en la escuela, los niños tienden a interpretar y abordar las matemáticas formales en función de sus conocimientos matemáticos informales (p.e., Clements y Sarama, 2000; Ginsburg, 1997; Hierbert, 1984). La distinción entre conocimiento formal e informal reside en que el primero consiste en la manipulación de un sistema de símbolos escritos que se aprende en la escuela, mientras que el segundo se construye a partir de la interacción con el medio físico y social.
Los niños se desarrollan en un medio social que les brinda múltiples oportunidades para relacionarse con elementos que pueden ser manipulados, tocados e incluso contados. Es en este medio donde los más pequeños se enfrentan a situaciones de adición, sustracción, multiplicación y división (p.e., Cowan y Renton, 1996; Fuson, 1982; Klein, 1984). De ahí que las investigaciones se hayan centrado en estudiar dichos conceptos empleando preferentemente problemas verbales.
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